Gironella

La Perla del Llobregat, como se conoce a Gironella, es uno de los municipios más pequeños del Berguedà en territorio pero aún así ofrece unas rutas muy interesantes y agradables fuera del núcleo. En esta ocasión, salimos desde la zona deportiva, donde hay espacio para poder aparcar el coche o, si ésta es nuestra opción, también una zona de autocaravanas. Además, si acabamos con fuerzas, aquí podemos practicar otros deportes, ya que hay pistas de pádel, una pista de atletismo corta o una zona de bike trial. Además, en la nueva cafetería ubicada en las instalaciones de las piscinas podemos refrescarnos o comer algo.

Ésta es una ruta que transcurre prácticamente en todo momento por pistas rurales, pasando cerca de casas de payés, agroturismo o alguna granja, por lo que, si por casualidad nos encontramos con tráfico rodado, muy probablemente se tratará de un tractor. La primera mitad de la ruta está en subida con unos desniveles muy asumibles. Al inicio, marchamos hacia la urbanización de Cal Ramons y nos desviamos para tomar la carretera asfaltada que va hacia la Guardia hasta llegar al Pla de la Donzella. Aquí giramos a mano izquierda para dejar el asfalto y encadenar diferentes pistas que nos dan la vuelta como si dibujáramos un gran círculo siempre marchando hacia nuestra izquierda. Hay que estar al acecho porque esta zona es un paraíso de pistas y senderos por donde perdernos pedaleando.

Como referencia siempre tenemos la masía de Can Gironella, visible por sus grandes dimensiones y por un pasado tan rico como indefinido. Sus orígenes los podemos encontrar a finales del siglo XVII oa lo largo del siglo XVIII. La casa nos queda en medio de nuestra ruta circular. Si nos despistamos y no nos fijamos, lo que seguro que no se nos escapa son las vistas que nos ofrece esta ruta, girando hacia el norte en muchos momentos, con las diferentes cordilleras que hay en el Berguedà antes de chocar con el Prepirineo. Cuando nuestro camino nos desvíe hacia el pueblo de Gironella, dejamos de fijarnos en las montañas para observar el casco antiguo, que es nuestra puerta de entrada al pueblo. Seguimos unos senderos que no tienen pérdida, paralelos a la riera de Olvan hasta desembocar, como hacemos nosotros, en el río Llobregat donde tomamos un último camino que nos deja en el punto de salida.